El hombre de blanco

Por doquier lo veo. En el mecanismo refrescante al pie del cráter del volcan. En el cuadro móvil que conecta corazones. En el trono que da apariencia al movimiento que siempre fue real y evidente. En el director de brazos desiguales que orquesta la existencia. En todas partes, excepto más allá de la basura espacial, veo al hombre de blanco. Recordaré, sin vender lo más hondo de la conciencia, que la postura correcta consiste en abrir los brazos.