Ecos de guácharo XVII

Dicen que Dios hizo al hombre de barro, igual que algunos hacen castillos en la arena. Las olas del mar (del mal) se los pueden llevar si no tienen el soplo del espíritu. Los castillos permanecen quietos, esperando que suba la marea para morir. El hombre que recibe el soplo del espíritu, es como el viento, que viene y va a dónde quiere. La esperanza pasiva muere como un nombre escrito en la arena que se lo lleva una ola. Hay una esperanza activa que no se para, que no cierra el corazón. No es como una fortaleza de arena. No es como una ola que sólo viene y va, arrasando todo a su paso. Hay una esperanza que no construye castillos, sino Hombres; que no pesca en el mar, sino en las almas; que no se para a llorar a la orilla del mar, sino que sigue caminando sobre las aguas. No esperes ver la bandera en el mástil del barco que se acerca, esperando con el corazón angustiado en la orilla, mientras las olas empapan y enfrían tus pies. Embárcate y echa las redes. En la red que se queda guardada en la barca, no hay esperanza. La esperanza está en el mar que espera que tú lances la red. Si con la red que te atrapa perdiste la esperanza, con la red en tus manos, volverás a pescarla.