Ecos de guácharo VIII


Se acabaron las contemplaciones. No quiero rayitos de sol que se cuelan por un cielo cubierto, si puede brillar un sol radiante en el firmamento despejado. Lo que no negaré es que he dormido bien y he soñado con alguien. Si nadie más cree que puedo volar sobre las nubes de tormenta, no es problema mío. Me basta con que lo crea una mariposa. Incluso me basta con creerlo yo. No me hago responsable de los fallos del parte meteorológico. Me quedaré a esperar que las rachas de viento abran claros ocasionales entre las nubes, porque ya no me conformo con menudencias, tengo mucho más que eso. Quiero alcanzar el sol, quiero llegar más lejos.
 Si me estás haciendo un favor, te estaré eternamente agradecido, pero ahora cobra lo debido y lárgate. Si decides quedarte, se acabó el toma y daca, yo no soy un hombre de negocios. No volveré a jugar al ajedrez contigo, porque yo sólo era un peón a tus órdenes y quiero evitar que me des jaque mate. Sería absurdo volver a pretender enrocar mi rey con tus torres. Que otras piezas se sometan en la corte de tu reino, si quieren. Aunque conociéndote, querrán, más no sé por cuánto tiempo. Estaré tonto, pero ya basta de contarme ciertas historias. Si tenías que marcharte, ¿qué haces aún por aquí? O tal vez nunca has estado aquí, es lo más probable. La muñeca que durmió a mi lado, no eras exactamente tú y se quedó en el recuerdo de un hotel. No entiendes que no todo el mundo tiene la suerte en el momento presente de poder elegir con quién duerme. No comprendes una reunión de individualidades solitarias. Te divertía, y quizá aún te divierte, aparentar que ofrecías un hombro en el que no era fácil recostar el corazón. Pero al final lo que llamabas diversión acabó en histeria. Probaste el sabor de la incertidumbre que tú solías sembrar con tanta maestría. No terminé de descubrir el secreto de lo que cambia tu criterio.
Que no te ofenda mi rabia, porque tú te lo buscaste con tus dotes para el despiste. Alargaste los brazos para mantener la distancia. Pareces que te empeñas en clavarme tus agujas. ¿Qué ojos estarán mirando tus ojos ahora? Se oyen canciones. Yo escucho que la apariencia no es sincera con la compañía de las notas y las frases de "Réquiem para un cabrón" y la noche de la tormenta, mare, ¡cómo llovía!. Reunimos tesoros en torno a un sueño y acaban ahogándolo. No entendemos que los sueños son hermanos de la libertad. Perdí el tiempo buscando vete tú a saber qué, arriesgándome a perder algo más que el tiempo, exponiéndome al abandono de la cordura. Por eso tiraré por la borda lo que sobre: arrojaré el lastre de los fetiches, borraré tatuajes anticuados, el agua sucia se seca... El barco avanza a pesar de la corriente. Además, como en "Te lloré un río", ahora una chula sirena nada en mi piel. Aniquilaré tu espectral presencia.