Atrás quedaron sueños, ilusiones, batallas
perdidas, tal vez amores que fueron sin serlo o que no lo fueron a pesar de
serlo... Pero ¿y qué? El pasado ya no tiene poder, ya no duele. Queda en la
memoria en forma de recuerdos y fantasmas, nada más. Algunos que me conocen
creen que de repente soy una persona más alegre y madura. No lo sé. Puede que
sí sea más fuerte, o yo diría que más duro. Pero duro para resistir. Soy madera
de roble que aguanta las embestidas del mundo, pero con savia por dentro que es
la sangre que fluye por mis venas y baña cada célula de mi cuerpo lleno de vida
que impulsa mi alma, o al contrario. Duro para proteger el suave manantial que
fluyen en ambos sentidos, de fuera adentro y viceversa. Estoy nadando en el
mar. Eso sí, procuro que baje la marea y que alguna extraña mutación o milagro transforme
mi aleta caudal en piernas. Y si no, pues nada. Hay otros milagros cada día.
Las pirañas tampoco tienen piernas y bien que muerden. Y las sirenas tampoco,
pero dominan el arte del canto.
Si alguien está leyendo esto ahora, espero que
a la misma vez esté sonriendo. Yo lo estoy haciendo, seguro. Pero cuidado, no
fuerces la sonrisa. Si lo haces se te pueden agarrotar los músculos de la cara.
Una contractura duele mucho. Y si no consigues sonreír, recurre a la terapia de
choque: mírate a un espejo y verás qué risa. Reír o llorar, la elección es
sencilla. Después de tanta lágrima derramada en el mundo, tanto llanto tras
cada dolor, tanto dolor tras cada golpe, sólo queda sonreír. Todavía hay camino
por delante. Así que cuidado, que voy. Como dice una canción de Héroes del
silencio, "si vas a venir conmigo, agárrate". Venga, no te quedes ahí
mirando como un pasmarote. Siempre podemos descansar un rato cuando vuelvan a
flaquear las fuerzas. Pararse a contemplar es tan necesario como avanzar. Es
parte del avance. Mientras otros ya corren, hay quien va con paso lento. Pero
esto no es una competición. Es un avance compartido donde lo importante no es
otra cosa que seguir adelante. No sé cómo me las voy a arreglar para echar a andar,
pero quizá sea tan fácil como responder a una orden tajante y maravillosa:
"Levántate y anda".