Desvarío III: El entrañable Güippo


 Hola, me llamo Güippo. Unos dicen que mi nombre se escribe con “w” y otros con “g”. Yo no sé leer ni escribir, faltaría más, así que me da igual. De hecho, no suelo hacer caso cuando me llaman, así que puedes llamarme como quieras, menos por teléfono, porque no tengo móvil. El caso es que soy un precioso y cariñosísimo perrito de la raza Cocker Spaniel Inglés, y es raro, porque yo no sé ladrar en inglés.
Cuando tenía dos meses, recuerdo que estaba encerrado en una vitrina de una tienda dentro de un lugar muy grande y con mucha gente que los humanos llaman centro comercial (en inglés “moll”. ¡Anda, ya empiezo a ladrar en inglés! Si es que la cabra tira al monte). Me acompañaban otros tres perritos de mi misma raza y color, es decir, canela. Pero, al rato, me quedé solito y triste. ¿Es que nadie me quería? Pero si yo tengo buen corazón. Y luego lo guapo que soy.
 Afortunadamente, llegó una familia sensata, formada por cuatro adultos y dos niños, que se apiadó de mí. Seguramente, se percataron de mis grandes cualidades y mi enorme belleza, además de un carisma innato que no puedo ocultar. Acto seguido, sin dejarme disfrutar mi libertad tan ansiada y recién adquirida me trasladaron hasta un vehículo. Y yo que quería ir un ratito a la sección de comida y juguetes para perros…En el coche, quise jugar con la niña de la familia, pero debió de pensar, por mi hermosa cabellera, que yo era un león, porque se asustó mucho. ¡Quién me iba a decir que acabaríamos siendo amigos inseparables!
 Durante todo el viaje, me agarró un tipo pesado que no me dejaba ni respirar tranquilo. Pero, tras el agobiante arresto, que duró alrededor de una hora larga y tediosa, llegamos al hogar, dulce hogar. ¡Qué casa tan grande y bonita! ¡Y toda para mí! Un lugar enorme, lleno de rincones para hacer mis cositas y, en la calle, todo un mundo por descubrir. Algún tiempo después, supe que a unas casa de distancia, en la misma calle, vivía un perro grande y negro con aspecto de ser simpático. Creo que llegaremos a ser grandes amigos.
 Tenía una nueva familia y una nueva vida para pasarlo bien. ¡Cuidado, que voy!