Eco de guácharo I

Me desplazo desde de la bahía de las sirenas hasta el tercer grado. Tras los melodiosos cantos, el sueño, que no los sueños. Caigo en la cama y morir con el cuerpo, que es el cadáver, envuelto en el sudario, que es la sábana, y velado fielmente por las sombras. Mañana más... y menos. Más sueños tras el sueño, una nueva resurrección con la esperanza del permiso carcelario o la libertad condicional. Hasta otra noche de tercer grado y muerte inflingida por las uñas como puñales de la caricia de la soledad. Y el admirable intocable sigue prisionero de la inercia. Un nuevo día, otra vez, y luego la noche, otra vez. Libertad y cárcel. Cantos de sirenas que se convierten en réquiem. Y otra vez, otra oportunidad.