Dedicatoria de un tal Nato para un familiar dormido: para Francisca

Tu amor y tu compañía siempre fueron constantes y no han dejado de serlo ni yo de sentirlo. Y tu corazón, el que bombea amor, no ha dejado de latir. Sigues inspirándome fortaleza, porque eres una mujer fuerte. Sigues inspirándome ternura, porque también sabes ser tierna. Los ojos de mi corazón no han dejado de verte. Tus manos siguen confeccionando ropa que engalana y protege mi alma. Tu espíritu sigue hermoso y sin una sola arruga.

Estoy pensando que si Dios, los ángeles y los santos necesitaran una modista que les proporcione atuendos, saben que pueden contar contigo y con el talento que el mismo Dios te dio para esos menesteres del corte y confección. Y si los seres que habitan en el Cielo gustaran dedicarse a los placeres culinarios, también tendrían en ti a una gran cocinera.

Ahora, el dolor de tu fatigado cuerpo terrenal ya no te afecta. Tantos años de sufrimiento por tu dolorosa enfermedad ya terminaron y ahora quiero ver con los ojos del corazón tu rostro adornado por una sonrisa radiante.

Te quiero enviar muchísimos besos y abrazos, con esa enorme efusividad de la que siempre hacías gala cuando me besabas y abrazabas, ciñéndome con tus manos grandes. Tan grandes, que no te quedaban bien las pulseras que te regalaba. Hoy y siempre quiero regalarte mi amor por ti. El amor es perenne y ni el tiempo, ni la distancia, ni ninguna otra circunstancia lo hacen desaparecer jamás. Quiero dedicarte, abuela, estas palabras con ese amor que supera cualquier barrera, agradeciendo profundamente todo el que tú me regalaste siempre.

P.D.: Por cierto, ¡qué alegre coincidencia que el Papa se haga llamar como tú!