Ironía brava

Viví una vida apacible en fértiles praderas, sin más preocupación que degustar sabrosos alimentos, tomar el tibio sol, escuchar el trino de los pájaros, dejar que la brisa me acaricie o contemplar el colorido arco iris tras la fina llovizna. Recientemente, me llevaron a visitar una hermosa plaza sobre dorada arena donde, tras ser anunciada mi llegada con cartel y una sonora fanfarria, la gente enardecida recibió mi impetuoso trote con vítores y alegre música de pasodoble.
Entonces, ¿por qué ahora pretenden desangrarme con flechas, lanzas y espadas? Notad que, en el irónico poema de mi vida, bravura rima con tortura.