Búnker biliar

En una laguna amarillenta hizo su búnker la fiel compañera. Allí se atrinchera, resistiendo los químicos bombardeos. Es necesario sacrificar un buen número de piezas para mantener ahogada a la reina rival. Sin saberlo, me convertí en su fajador: recibí un gancho al hígado, que hizo subir la temperatura, haciéndome sentir frío. ¡Qué curiosa ironía!

Me hizo comprobar que es real la rotación de la Tierra sobre su propio eje, pero todo estaba en mi imaginación. Y, sin embargo, el mundo parece moverse con un leve desplazamiento del dolorido cuello.

En los añejos momentos de calma tensa, la diminuta invasora espera su momento.